7.24.2010

Capítulo I

Una oscura criatura se esconde entre las sombras de la cueva; sus ojos, brillantes… azules; no permanecían en la penumbra por que tuviesen miedo, la razón era mucho mas simple que eso: observaban, estudiaban y analizaban cada uno de los movimientos de su inusual visitante.
Le observaba abstraído de cualquier otro pensamiento, sumergido por completo en su semblante sereno, tan ecuánime, su andar mostraba que por su mente no se asomaba ni la sombra del miedo; aunque al mismo tiempo era evidente que andaba casi a tientas; una ventaja, pensó, y súbitamente saltaron a su atención los extraños apéndices que parecían nacer en su espalda y recordó a aquel visitante que había tenido hacia ya milenios, las extremidades del anterior eran poco menos que insignificantes junto a la del nuevo intruso pero sin lugar a dudas de la misma naturaleza, tal vez de la misma fuente.


Capítulo 1. Traición Involuntaria.
¿Su nombre? Ni el mismo lo sabe, tiene miles meros motes; cada civilización que había visto nacer y caer le había dedicado alguno más o menos estúpido que el anterior. Había dejado de tomar importancia a las reverencias y ceremonias que se hacían en su honor, dejo de escuchar los pedidos de sus creaciones tanto tiempo atrás que no lo recordaba y aun así el viento le seguía trayendo las quejas de la gente, a la cual no solamente ignoraba, sino que solo se les acercaba para una cosa… la única razón por la que un dios antiguo crearía vida en un planeta en el cual regía… alimento.

En GeoWuste existía una vieja leyenda acerca de una cueva enclavada en las profundidades de la sierra Iktar (del dios errante), en la cual se escondía un genio que cumpliría los deseos de todo aquel que se postrará ante el con una virgen de ojos carmín. El “genio” conocía la leyenda, el hace correr el rumor con el viento y todos los habitantes de un pueblo donde nace una niña así dedican todos sus esfuerzos, durante 15 años, para que la niña crezca sana, bella, pero sobre todo se le adiestra en las artes eróticas sin que un hombre la toque jamás.

Un dios antiguo es un ente perverso no tiene ni tendría jamás la intención de hacer feliz a nadie más que a sí mismo. Tan pronto el cortejo entra en la cueva, la mente de cada hombre y mujer se nubla, su cuerpo se paraliza y permanecen entre la vida y la nada hasta que el dios dispone de ellos: a los hombres los llena de imágenes y sensaciones felices, hermosas una vida de absoluto éxito, todos sus deseos mundanos son realizados de la manera mas satisfactoria posible, pero esto solo dura los tres días que el dios necesita para drenar su vida. Después de esto sus cuerpos sin vida son apilados con los de las mujeres del cortejo, que son descuartizadas por completo en cuanto llegan. Para, luego desechar sus restos en una gruta que lleva a los cimientos mismos del planeta.

En cuanto a la virgen… pasa esos tres días paralizada por completo, pero viéndolo todo, parte de la diversión del genio es verla reaccionar al ver su cuerpo bañado en la sangre de sus congéneres. Se podría decir que para el es el juego previo…

Con solo verla sus ojos encienden un fulgor deslumbrante, sus mente se llena de los pensamientos más perversos. ¿Cuál sería la razón de que esa raza que le rinde tributo haya sido hecha a su imagen y semejanza, si no para saciar su propia lujuria?

El acto sexual no podría ser propio de un mortal, es el más desafortunado de los destinos. La fornica durante días enteros, esto por supuesto le desgarra el vientre pero no muere desangrada (sus heridas curan inmediatamente, después de todo este dios no permitiría que su preciado tesoro muriera de una manera tan estúpida) cuatro o cinco días de coito ininterrumpido; el cuerpo derrotado en todos los sentidos y la mente aterrada hasta la locura; simplemente se dan por vencidos.

¿Su destino? El mismo que el del resto; su cuerpo yace en la cima de una montaña nacida de los restos de sus acompañantes; bañada en su propia sangre permanece observando la infinita oscuridad de aquella gruta en los confines de su mundo…